BOMARZO 2007
Universidad de Salamanca, 25-11-2008: "Mutaciones dramáticas: de Bomarzo a Bomarzo 2007"
(Transcripción de la comunicación de 15
minutos presentada en videoconferencia por el investigador de la Universidad
de Salamanca, Francisco Parralejo Masa, en el IV
Simposio Internacional “La creación musical en la banda sonora” organizado por
esa Universidad en Salamanca y que sintetiza un análisis pormenorizado de
varias páginas del film Bomarzo 2007 a ser publicado en las Actas de dicho
Congreso bajo el título “De Bomarzo a Bomarzo 2007 (o los caminos imprevisibles de la ópera-film)”, originalmente anunciado como "Perversiones astrológicas: Bomarzo de Alberto
Ginastera y su adaptación cinematográfica" -
Programa del Simposio
)
Buenas días. En primer lugar me gustaría disculparme por
no estar físicamente hoy con todos ustedes y en consecuencia me gustaría
agradecer antes que nada a la Dra. Matilde Olarte su gentil amabilidad al
permitirme realizar esta comunicación aún desde la distancia.
Desde el mismo nacimiento del cine ha habido intentos de adaptar la ópera a la
gran pantalla. Sin embargo la filmación de las grandes obras del repertorio
operístico ha supuesto siempre un complicado proceso de adaptación y revisión de
los textos originales que solo en contadas ocasiones ha culminado con éxito.
El por qué de esta dificultad, como bien recuerda Marcia Citrón, es que toda
filmación de ópera soporta su condición de híbrido artístico entre las formas de
construcción dramática propia de cada uno de los géneros implicados en ella.
En el caso de la ópera y el cine esta condición es extremadamente violenta, dado
que ambos géneros parten de unas bases dramáticas sustancialmente diferentes. En
la ópera la música es el elemento generador de la dramaturgia, mientras que en
el cine es la imagen la que desempeña ese papel. Esta discordancia de base va a
dar lugar a una larga serie de divergencias en los modos de producción y
composición de ambos medios, y sobre todo va a dar lugar a una oposición casi
excluyente en sus formas de contenido y ritmo narrativo.
Mientras que el cine se articula generalmente sobre una base temporal fluida e
inexorable, la ópera parte del encadenamiento de unas escenas esencialmente
estáticas, proyección de un estado de puro presente o “presente absoluto”, tal
como lo definió Carl Dahlhaus. Esta dualidad fundamental conlleva la utilización de
procedimientos narrativos muy diferentes en cada uno de los medios a la hora de
definir la acción. Por ejemplo, en la ópera difícilmente se pueda recurrir a
fórmulas de diálogo. Sin embargo, se pueden expresar simultáneamente expresiones
dramáticas que contengan significados ostensiblemente diferentes.
Por otro lado cine y ópera parten de dos entornos de producción y difusión
radicalmente distintos que generan, una vez más, una serie innumerable de
discrepancias a la hora de concebir y estructurar las obras. Por ejemplo, la
ópera depende en muchas ocasiones de la verbalización explícita de determinadas
acciones. El ejemplo más representativo es aquel en que uno de los personajes
grita: “Oh, muero”, mientras que el cine cuenta con la posibilidad de mostrar
esas acciones en imagen, convirtiendo esa verbalización en algo superfluo y
redundante, cuando no ridículo. Además, el cine nos permite una descripción de
personajes y situaciones extremadamente detallada y mucho más cercana al
espectador, al carecer de las restricciones arquitectónicas, técnicas y sobre
todo de visibilidad del teatro.
Por todo ello no cabe duda que la adaptación de una ópera al cine implica
necesariamente la reconcepción o incluso la reescritura de sus principios
dramáticos fundamentales, dando lugar con ello a una obra de arte que es
esencialmente nueva. Como afirma Pierre Boulez, “si esto no ocurriera así no
estaríamos ante una obra de arte original, sino ante un mero reportaje.” El
proceso para conseguir esa relectura de la obra sin embargo no es en modo alguno
unívoco, como prueban las puestas tan diferentes como La flauta Mágica de
Bergman, Otello de Zeffirelli y La muerte de Klinghoffer.
En la presente comunicación analizaré el caso de una realización operística
reciente a través de la cual trataré de demostrar que, tal y como he afirmado
con anterioridad, la reconcepción de una ópera desde el punto de vista
cinematográfico da lugar necesariamente a un producto artístico nuevo y
esencialmente distinto.
Para ello me basaré en una producción documental experimental realizada en el
año 2007 por el director argentino Jerry Brignone de la ópera Bomarzo de Alberto
Ginastera y Manuel Mujica Láinez. Desde aquí ya me gustaría agradecer la
desinteresada colaboración que ha mostrado el director del film a la hora de
realizar esta investigación, poniendo a mi disposición todos los materiales
relacionados con su película y soportando con un estoicismo más que generoso
tanto mis indiscretas preguntas como mis largos silencios.
La trama de Bomarzo gira en torno a un duque renacentista jorobado y fascinado
por el poder de la magia que perece envenenado tras una tormentosa vida de
traumas y humillaciones. La ópera está construida siguiendo un esquema circular
en el que diversos episodios de la dramática vida del duque se reconstruyen en
forma de flashback. Los quince cuadros independientes que forman la obra están
enlazados por una serie de interludios sinfónicos que funcionan como eje
estructurador de la partitura, siguiendo fundamentalmente los modelos de Alban
Berg.
Por su parte, Bomarzo 2007 es una producción experimental vinculada
fundamentalmente a la idea de perfomance que se filmó en la propia villa de
Bomarzo el pasado año a partir de una grabación discográfica previa y no
vinculada en ningún caso con el proyecto. Con ella el director trató no solo de
representar la trama misma de la ópera, sino también de poner de manifiesto la
compleja relación entre un producto artístico del pasado y la experiencia,
compleja y multiforme, de ese producto artístico con el presente. Para ello,
retomando ideas ya vistas en los clásicos films de Silberberg y Friedrich,
Brignone introduce varios niveles de metanarrativa en la filmación.
En un primer nivel, se encontraría la propia trama de la obra, ahora adaptada al
entorno cinematográfico. En un segundo nivel, se establece un vínculo entre el
pasado local de la ópera y la realidad del pueblo de Bomarzo en la actualidad a
través de la exposición de su vida cotidiana. Vemos un ejemplo: (fragmento).
En
un tercer nivel, se encontraría las referencias a los autores, Ginastera y
Mujica Láinez, y su propia perspectiva vital. En un cuarto nivel, la narración
se vincula con la propia historia de la ópera, prohibida en la Argentina durante
la dictadura de Onganía a causa de su enorme carga sexual y sus veladas
referencias a la homosexualidad: (fragmento). Por último se mostraría un nivel
final que sería la exposición del proceso mismo de filmación de la obra. Con
todos estos elementos el director conforma un perfil visual complejo pero
totalmente nuevo con el que se trata de superar las innumerables dificultades
que comportaba la mera adaptación del texto original.
La primera de ellas, como no podía ser de otra manera, era afrontar el diferente
ritmo narrativo de ópera y cine. Para ello Brignone opta por ignorar el playback
en todos aquellos momentos en los que existe una disonancia entre ambos
lenguajes, recurriendo a un ritmo visual marcadamente diferente del sonoro y
acorde únicamente a la propia lógica de la imagen (fragmento). El segundo de los
puntos de dificultad a afrontar lo constituían los momentos de introspección de
los personajes, en los que la ópera demandaba una verbalización que resulta
artificial y redundante en el medio audiovisual. Para ello el director opta
directamente por rechazar cualquier medio de playback y crear un discurso que
sea única y puramente visual (fragmento).
En tercer lugar se plantea uno de los problemas más acuciantes a la hora de
traducir una ópera como Bomarzo al cine: el tratamiento de los largos fragmentos
exclusivamente orquestales compuestos en forma de interludio. Los interludios
tenían como objetivo original dotar de unidad global a la obra así como servir
de nexos musicales y psicológicos entre escenas. Para no perder esa unidad
global en la filmación, Brignone recurre fundamentalmente a los relatos
metanarrativos que hemos expuesto anteriormente y que le permiten por un lado
dotar de coherencia y continuidad visual a la cinta y por otro establecer un
nexo psicológico entre los contenidos de la ópera y el mundo de significados del
espectador actual. En este aspecto y en mi opinión el ejemplo de las imágenes de
los crímenes de la dictadura argentina que hemos visto son un modelo más que
clarividente al respecto.
Y por último y por encima de todo, el director tenía que enfrentarse con un
problema fundamental en Bomarzo: éste es la construcción sumamente conflictiva y
deliberadamente ambigua de la identidad sexual de su protagonista. El duque de
Bomarzo, que era abiertamente bisexual en la novela original de Mujica Láinez,
es en la ópera incapaz de consumar un acto sexual con su esposa, mientras que
mantiene fantasías eróticas con su esclavo Abul. Sin embargo, su incapacidad
para ejercer sexualmente como hombre tiene su origen en su incapacidad para
responder a los patrones de masculinidad que personifican sus hermanos y su
padre. La virilidad en ellos se identifica con la perfección atlética, una
fuerza física que roza la brutalidad, con el espíritu belicoso y agresivo. Y él,
por el contrario, no es más que un jorobado débil y temeroso cuya única figura
de referencia es su abuela protectora, Diana Orsini.
Esta identidad ambigua e invertida se remonta al más antiguo recuerdo del
protagonista: el momento en que sus hermanos lo travisten y le perforan la oreja
con un cuchillo, ejerciendo de este modo sobre él una suerte de violación
simbólica. Una humillación que fuerza al niño Pier Francesco a adoptar un rol
difícilmente reconocible como masculino, un rol que será confirmado cuando su
padre, el elemento fundamental de autoridad y de construcción de la
masculinidad, lo castigue cruel e injustamente vinculando en forma inequívoca su
deformidad física con su falta de virilidad. Brignone toma este momento como
punto de partida para una propuesta tan audaz como vehemente, que es la
interpretación del duque de Bomarzo por una mujer. En su filmación, de hecho, se
establece claramente el vínculo entre ese primer acto de humillación y violación
simbólica con la conversión del protagonista en un personaje femenino, en un
personaje totalmente ajeno a los patrones de masculinidad que se requieren de él
(fragmento).
Esta construcción ambigua de la sexualidad se reflejará en una serie de
elementos visuales que aparecen de continuo a lo largo de la obra. La presencia
de su padre, aún después de muerto, portando un largo palo de connotaciones
claramente fálicas, la desnudez atlética de sus hermanos y, sobre todo, la
personificación de su peor demonio como una imagen de sí mismo resaltando los
elementos de su propia y atormentada femineidad (fragmento).
Para finalizar esta comunicación me gustaría volver a la hipótesis con la que
comenzaba mi intervención. A la vista de lo expuesto, ¿podemos realmente
considerar esta obra Bomarzo 2007 como una mera y simple realización audiovisual
de la ópera Bomarzo? ¿O deberíamos hablar de una obra de arte esencialmente
nueva? La música de la ópera se ha mantenido íntegramente, eso es cierto. Pero
su papel dentro de la película responde más a los principios de una banda sonora
que a su rol inicial como eje dramático y estructurante del drama. La
construcción de las imágenes ha desplazado inexorablemente la composición
musical a un segundo plano, a la vez que ha sumado nuevos y complejos
significados a la trama original de la ópera. El ritmo narrativo ha cambiado,
los significados asociados a las palabras y a la música han cambiado o se han
explicitado, nuevos niveles de metanarrativa se nos han presentado.
Tras hacer constar todo ello, ¿podemos hablar, una vez más, de que estamos ante
una misma obra? La respuesta, en cualquier caso, se la dejo a ustedes. Muchas
gracias.
Francisco Parralejo Masa