BOMARZO 2007
La Nación, Entretenimientos, Música Clásica, 01-11-07
"Bomarzo en Bomarzo", por Pola Suárez Urtubey
No es común que una ópera sea objeto de filmación en el mismísimo lugar en que transcurre la historia. Es cierto que se han dado varios casos, algunos tan sensacionales como el de Tosca , donde la cámara se instala en cada uno de los tres lugares romanos en que la situaron Puccini y su libretista.
Claro que con un criterio musical y fílmico muy diferente, ahora le ha tocado el turno a la segunda ópera de Alberto Ginastera, basada en la novela homónima de Manuel Mujica Lainez.
La originalidad en el caso de esta idea del astrólogo argentino Jerry Brignone radica en que el film está tratado en dos tiempos históricos: el de la novela, en pleno Renacimiento, y la época actual, es decir julio de 2007, cuando, entre el 26 y el 29 fue filmada con la participación de actores argentinos, italianos y gente del propio pueblo de Bomarzo, situado a diez kilómetros de Viterbo y a setenta de Roma. Esto significa que el largometraje fue realizado en sólo cuatro días, según aseguran sus realizadores, Massimo Scaringella y Brignone.
Con una duración de 150 minutos (tal el tiempo total de la ópera), este video documental-experimental cuenta con la versión musical del estreno de la ópera de Ginastera, realizada en el Lisner Auditorium de Washington en 1967, en la que descollaron Salvador Novoa como protagonista, Isabel Penagos, Claramae Turner y Joana Simon en los primeros papeles, todos dirigidos por Julius Rudel.
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Recordemos un poco: cerca de la ciudad de Viterbo se halla la aldea de Bomarzo, que hoy cuenta con una población de menos de mil personas, y que fue, durante el siglo XVI, residencia de un extraño miembro de una rama colateral de la familia Orsini. En ese lugar se conservan todavía, dando pie a mil historias fantásticas, extrañas ruinas rodeadas por un jardín inverosímil. Es el misterioso Sacro Bosque, en el que el duque de Orsini hizo construir una colección de monstruos tallados en piedra, material cuya resistencia simboliza, desde antiquísimas culturas, la ambición del hombre por alcanzar la inmortalidad.
El hecho de que Alberto Ginastera haya estructurado su ópera, con la colaboración del propio novelista, en quince cuadros vinculados por interludios puramente sinfónicos que obran a manera de nexo dramático y musical, permitió a Brignone jugar con los tiempos, de manera que hay una constante imbricación entre el siglo XVI y julio del 2007, en que no sólo se revive la vida diaria de los habitantes del poblado, sino algunos de los momentos clave de la obra.
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La correspondencia entre la voz de los cantantes y el movimiento de los labios de los personajes es algo que no ha preocupado a los realizadores, lo cual, en mi opinión personal, es un acierto. Esa falta de congruencia, de relación lógica, entre lo que se ve (los gestos faciales de los actores) y lo que se oye, es decir la variada escritura vocal de Ginastera, que va desde el recitado dramático hasta el canto pleno, pasando por una serie intermedia de procedimientos, añade fantasía, cierta dosis de locura y, si es posible, una carga más fuerte del simbolismo, tan buscado por escritor y músico.
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Muchos otros aspectos serán discutidos por los espectadores. El resultado llama constantemente a la polémica, incluso al desagrado. Pero también hay una fuerte dosis de poesía, que conviene no pasar por alto. Finalmente, recordemos que filmar Bomarzo entre los monstruos del jardín fue un sueño acariciado por Ginastera.
Si usted quiere saber algo más sobre esta experiencia y su equipo de realizadores, puede acudir al sitio web http://www.bomarzo2007.com.ar . Buena suerte, y hasta la próxima.
Por Pola Suárez Urtubey