BOMARZO 2007
Diario El País (España), 23-02-2008: "Los monstruos dormidos de Bomarzo"
30-06-2009. Estimado Sr. Vela
del Campo, ya regresado a Buenos Aires, quería agradecerle una vez más el gesto
de haberse acercado a nuestra modesta exhibición de"Bomarzo 2007" el pasado 21
de junio. Realmente fue para mí un gran honor y una gran satisfacción contar con
su presencia ese día, y espero que Ud. sienta que de algún modo valió la pena.
Quedo a su disposición para cualquier cosa en la que crea que pueda serle de
utilidad desde Argentina. Mis mejores deseos. Jerry Brignone
30-06-2009. Estimado Jerry, me hice eco del estreno
de tu Bomarzo en España en el programa musical que tengo en la Cadena Ser de
radio. Elogiosamente, por supuesto. Te agradezco tu aviso. Nos ha dado una
oportunidad impagable de conocer tu trabajo fílmico. Un abrazo, Juan Angel
REPORTAJE: DE VIAJE
Los monstruos dormidos de Bomarzo
La novela de Manuel Mujica Láinez y una ópera de Alberto Ginastera reclaman
un hueco en el equipaje para una visita al jardín manierista italiano
Juan Ángel Vela del Campo 23/02/2008
Los reencuentros con la memoria literaria, y en menor medida con la musical,
condicionan irresistiblemente una visita al jardín de los Monstruos de Bomarzo
en nuestros días. Una historia del Renacimiento, la del príncipe Pier Francesco
Orsini, es recreada -o más bien reinventada- por Manuel Mujica Láinez en una
novela mítica para una generación, y a partir de ella el compositor Alberto
Ginastera compone una ópera de recorrido accidentado, con primeras paradas en
Washington y Nueva York, y con censura en su etapa inicial en el teatro Colón
por la dictadura argentina, debido, en palabras del cardenal Caggiano, entonces
arzobispo de Buenos Aires, a su "visión horrenda de abyecciones morales que no
quiero nombrar". Uno puede viajar a Bomarzo sin tener en cuenta la existencia de
Mujica Láinez o Ginastera, y recrearse en la contemplación del manierista
espacio escultórico al aire libre de mediados del XVI e incluso, en una mirada
bajo los parámetros de la Historia del Arte, extender el viaje a la cercana
Bagnaia y allí establecer las comparaciones pertinentes con el jardín geométrico
y renacentista a la italiana de Villa Lante. Los separan unos pocos años y son
dos concepciones tan distintas de la arquitectura paisajista que parecen haber
transcurrido siglos entre una y otra. La opción de viajar con los fantasmas
culturales de la memoria no es, sin embargo, desaconsejable. Hay aspectos de
diálogo en el tiempo, de búsqueda de inmortalidad, de acercamiento a otras
mentalidades, que siempre flotan en la filosofía de un viaje, y en estas
asociaciones las referencias intelectuales y vitales de algunos que estuvieron
antes nunca están de más. Y no precisamente por imitación de unos modelos, sino
más bien como contraste. Mujica Láinez asumió en su novela sobre Bomarzo las
vicisitudes de sus personajes, convirtiéndose en una continuación de Pier
Francesco Orsini varios siglos después. Ginastera dio a la aventura una vuelta
de tuerca musical. El viajero hoy puede compartir con ellos sus vivencias
creativas o dejarlas al lado. O procurarse otros estímulos. Es cuestión de hacer
las cosas con mayor o menor complejidad, pero resulta atractivo enriquecer la
realidad más puramente física con las huellas de la imaginación creadora.
Los jardines tienen sus lenguajes ocultos. Y sus metáforas. "El jardín no es un
lugar de soledad", dijo en cierta ocasión José Ángel Valente, "sino un lugar de
diálogo apacible generado en estancias de soledad. Es el lugar donde se consuma
la reunificación del hombre y las cosas, de la naturaleza y la cultura".
Diálogos apacibles, encuentros entre naturaleza y cultura: el poeta nos da
pistas sobre un posible camino de acercamiento. El director de orquesta William
Christie manifiesta sus inquietudes en otras direcciones. Es un "loco" de la
jardinería. Fíjense que a su experiencia con jóvenes cantantes la denomina "el
jardín de las voces". En una entrevista para Le Monde en 2004, el gran gurú de
la interpretación de la música antigua afirmó que conocer un jardín implica
"reconocer su valor arquitectónico, botánico, estético, histórico; el jardín es
un arte frágil, efímero y que desafía al tiempo. Como la música". Otro compañero
de complicidades.
Cuando en una mañana de invierno llegamos a Bomarzo, con todos los fantasmas de
la memoria revoloteando, llovía a mares. Las condiciones de luz y misterio no
podían ser más ventajosas. A los jardines y bosques con creaciones estéticas
incorporadas les favorecen las iluminaciones naturales matizadas, lo mismo que
la "sombra de la tarde" (en el Museo Guarnacci de Volterra hay una escultura
etrusca con esta denominación que anuncia ya a Giacometti). El jardín de los
Monstruos de Bomarzo se encuentra en la zona norte de la región de Lazio, en
ambiente de "soledades etruscas", como canta en la ópera el personaje del duque
jorobado, una criatura que hereda signos de Rigoletto y Wozzeck, digamos de
paso. Viterbo no está lejos, a unos veinte kilómetros, y tampoco Tuscania, con
la imponente basílica románica de San Pedro, ni Orvieto, con su espectacular
catedral y el asombroso pozo de San Patricio. Pero el complemento etrusco de la
región más asombroso es Tarquinia con las tumbas de la necrópolis de Monterozzi.
Por allí recalaron también Mujica Láinez y sus amigos, y sobre ellas escribió D.
H. Lawrence un relato conmovedor en Etruscan Places. Hay mucha belleza acumulada
entre Florencia y Roma, que comparten las regiones de Toscana, Umbria y Lazio.
El Sacro Bosque de Bomarzo abre desde las ocho y media de la mañana hasta el
tramonto. El edificio de recepción de visitantes es poco simpático. Souvenirs de
dudoso gusto, máquinas de juegos electrónicos. Si usted pregunta por la novela
de Mujica Láinez le mirarán con resignación, si hace alusión a la ópera de
Ginastera es posible que avisen a los carabinieri por infundir sospechas. En
Bomarzo, Ginastera prácticamente no existe hoy. Tampoco se ha estrenado su ópera
sobre el parque de los Monstruos en Italia. Kiel, Zúrich y Londres tomaron la
delantera en Europa. En España ya se sabe que los teatros de ópera miran poco
hacia América.
Piedras dormidas. Unas treinta esculturas, o espacios escultóricos, mantienen el
sueño de Bomarzo y alimentan cada día los rincones más ocultos de la
imaginación. Algunas tienen nombres alusivos a su condición figurativa: el ogro,
el dragón, el elefante, las esfinges. Otras desprenden un marcado carácter
narrativo como La lucha entre gigantes, o incitan al simbolismo como el grupo
formado por una tortuga, una mujer y una ballena. Las hay de nombre propio como
Pegaso, Venus, Neptuno o Proserpina. Mueve a la sonrisa la juguetona Casa
inclinada y al recuerdo de la infancia La ninfa dormida o Bella durmiente. La
familia Bettini recuperó este perdido conjunto artístico sumido durante mucho
tiempo en el abandono. Y contribuyó de forma decisiva a este ejercicio de
recuperación de la memoria Mujica Láinez, y hasta una soprano española, Isabel
Penagos, que cantó el personaje de Julia Farnese de la ópera de Ginastera en
Washington, Nueva York o Buenos Aires. Pocas veces a la inmortalidad se llega
tan directamente por la vía de la fantasía. -